El VII Foro del
Sector Privado de las Américas,
realizado el 2 y 3 de junio en El Salvador, fue convocado en torno al tema
“Seguridad Ciudadana en las Américas”.
La última encuesta de Latinobarómetro
transparenta lo significativo de este eje para la región: el 60% de la
población se siente insegura. Es el nivel de temor más alto del mundo,
exceptuando el de quienes sufren guerras o grandes catástrofes. Ese miedo tiene
costos económicos.
En la región la tasa promedio de homicidios es de
26,3 víctimas por cada 100.000 habitantes. Es 3,5 veces superior a la global (8
por cada 100.000). En Centroamérica la cifra llega a 33 muertos, según el
informe de Desarrollo Humano para América Central de 2009-2010 del Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo.
En 2010, el 27% de la población consideró que la
delincuencia era el problema más importante de la región, por encima del
desempleo. Dos años antes la cifra era del 17%.
Los economistas Carol Graham y Juan Camilo
Chaparro, profesores en la Brookings Institution y en la Universidad de
Maryland, respectivamente, presentaron al BID el documento “Inseguridad, salud
y bienestar, una exploración inicial basada en encuestas sobre la felicidad en
América Latina y el Caribe”, que, sin ser un documento oficial de la
institución, fue avalado por el organismo y publicado. Los expertos analizan el
impacto de la inseguridad en la felicidad de la población, basándose en la
serie de trabajos anteriores de la entidad.
Se estiman los costos equivalentes al ingreso
medio de la población de cada país. Para compensar los efectos negativos sobre la
felicidad que produce la sensación de inseguridad, (ansiedad, preocupación,
problemas de salud, etcétera), y volver al estado de satisfacción previo a
sufrir ese cambio, los encuestados necesitaban ganar, por lo menos, una vez y
media el ingreso promedio, una suma similar a la que precisarían para compensar
la angustia de la pérdida de sus empleos, pero la mitad de lo que necesitarían
para compensar un dolor moderado o la pérdida de la fe religiosa, tres veces
menos de lo que necesitarían para recuperarse de la pérdida de un amigo y cinco
veces menos de la suma que requeriría devolverles el grado de bienestar anímico
si por un tiempo padecieran inseguridad alimentaria.
En las “Guías operativas para el diseño y
ejecución de programas en el Área de Seguridad y Convivencia Ciudadana” del BID
un documento de la entidad sobre políticas de seguridad, calificado como No
Apto para Uso Público, Nathalie Alvarado y Gustavo Beliz, sus autores, señalan
a los miembros del directorio de la entidad algunos costos económicos más
generales de la violencia: informan que “empresas multinacionales no invierten
en América Latina por los altos costos de seguridad. Mientras que los gastos
operativos en seguridad representan el 3% de los gastos totales de las empresas
en Asia, en América Latina la cifra asciende a 7%”, y citan como fuente al
Consejo de las Américas (2004).
“El costo económico que genera el crimen violento
en la región se estima en el 5%”, aunque esto es un mínimo, ya que se admite
que, según los contextos, este costo varía por países entre el 5 y 25% del PBI
anuales. “Sólo la violencia doméstica generaría costos del 2% del PBI”. En El
Salvador se gasta el 11,5% del PBI; en Guatemala, el gasto es de 7,3%; en
México, un 15% del PBI (2009), y en Brasil, el 5% del PBI, menciono Ernesto Gutiérrez Conte.